La primera vez me pareció, no sé, diría que – curioso.
“Mi táctica es mirarte, aprender como sos, quererte como sos”.
La segunda, fue un tanto – preocupante.
“Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible”.
Escuchar a tu propia imagen reflejada en el espejo, recitar estrofas de Benedetti, tenia que ser una consecuencia neurálgica de este confinamiento pandémico – pensé.
“Mi táctica es quedarme en tu recuerdo, no sé cómo, ni sé con qué pretexto, pero quedarme en vos”.
Debe ser la incertidumbre, la falta de un abrazo, el dolor de ver visto tanta gente afectada – me dije, tratando de ser lógico ante semejante demencia en el espejo.
Pero, ¿un poema de Benedetti? Bizarro. Quizás un Padre Nuestro o un Ave María, hubiesen sido más apropiado para salir de esta alucinación – pensé.
Como siempre, Mr. Google vino al rescate: “cavin fever”, (fiebre da cabaña), me sugirió la barra de búsqueda. Un tipo de estado mental causado por el aislamiento, soledad y aburrimiento prolongado, debido a una situación extrema fuera de nuestro control.
Interesante – pensé. ¿Y por qué no? 174 días y 13 horas era la tabulación oficial que llevaba en la pared, junto al viejo calendario que me habían regalado en la farmacia. Suficiente como perder la cabeza y encontrarla en un espejismo.
Pero el trovador del espejo no había terminado. Estaba más inspirado que nunca.
“Mi táctica es ser franco y saber que sos franca, y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos”.
Recuperando por un segundo la conciencia, ignoré el espejo y continué de explorador internauta. El Covid-19 fue la termino más buscado en Google durante el año 2020. En lo que va del 2021, es la vacuna. No se si alegrarme o alarmarme. Por un momento sentí que olía a final del mundo.
¿Qué hubiese escrito Benedetti para un momento como este? ¿Cuál hubiese sido su táctica de acción? Puedo imaginar un pacto de complicidad con la ocasión, para alejar al “artista” de su obra. Su inmenso ingenio le hubiese inspirado a crear un puente entre lo sublime de la poesía, y la esperanza de la humanidad. No podía esperar menos. Después de todo, era mi poeta favorito.
Salir a caminar – me recomendaba el buscador. Pensé – quizás el sol acribillando mis poros de energía y vitamina D me devolvería la cordura. Darse una ducha caliente – recomendaba también el ordenador. ¿Darse una ducha? No creo. Lo menos que necesitaba era ver un espejo fogueado de vapor con mi imagen desnuda, extraviada entre la realidad y la locura, recitando un poema de Benedetti. Dios.
“Mi estrategia es que un día cualquiera, no sé cómo ni sé con qué pretexto, por fin me necesites”.
De repente, desperté. La puerta de mi vecino, en el pasillo del frente, tuvo la dicha esta vez, de traerme a mi estado de conciencia. Otro de esos sueños en tiempos de siesta. Me sentía como si nunca me hubiese dormido. Espalda erizada y una profunda sensación de abandono.
En el suelo junto a mi, estaba el libro. Con un ojo cerrado y otro entreabierto, aferré mi vista a la obra. Dentro de ella estaba el verso de Benedetti, “Hagamos un trato”. Lo había leído porque quizás el poema era de amor, y a la vez de ausencia. El sueño fue premonitorio. Las dos cosas se habían eclipsado en vida.
Hice un trato con el poeta del espejo. Le propuse que acompañé el resto de mi recogimiento, no importa lo que dure esta pesadilla, siempre y cuando este vestido y despierto.
* La pintura es del pintor puertorriqueño Arnaldo Roche, quien, desde hace unos años, instaló su taller en el cielo. https://www.latinamericanmasters.com/artists/arnaldo-roche